viernes, agosto 19, 2011

Sonido

(Texto escrito a las dos de la mañana mientras veo un programa sobre la sala Bagdad xDD, ahí, literatura entre pollas).


Fue el sonido de su voz lo que la devolvió a aquella eterna pesadilla.
Sabía que no tenía nada de especial, nadie se volvería en la calle solo por oír el timbre de sus palabras; y recordaba que la primera vez que lo escuchó atribulló a su manera de hablar el adjetivo 'normal'. 

'Es tarde para andar sola' le había dicho sin tan siquiera conocerla. Ella estaba de espaldas, y sabía que no había podido verle la cara, esa fue la razón por la que se interesó en lo que él pudiera ofrecerle; nada tenía que ver con el tono o el volúmen, ni con el sabor que con toda certeza tendrían sus labios. Ella solo se dio la vuelta porque, con toda seguridad, él no conocía las facciones de su rostro.
Sí, era tarde para andar sola; había pasado demasiado tiempo , demasiadas horas en vela, pensando en lo que nunca había tenido, en lo que jamás podría llegar a tener. Y de repente apareció él, condensando en una frase todo lo que la había aterrado.

Y por primera vez, aquella noche, no durmió sola, para ser sincera ni siquiera durmió; los sonidos de sus besos la inundaron, el sonido de su respiración en sus oídos, de su aliento en su nuca, y de los pájaros al despertar.

Y su voz... aquella voz anodina, con su frase vulgar y sus andares de chulo se hizo con sus días.
Él llenaba el vacío de su vida de silencios, 'Es tarde para andar sola' le decía cada noche antes de desnudarla, 'tarde para andar'.

 Cada día el sonido de su voz, grave y suave al mismo tiempo, era su nexo con una tierra que no podía retenerla. Debió darse cuenta de que se alejaba, el sonido de su voz.

Cada día más apagado, distante y feroz, así fue entregandole a otra los sonidos que le pertenecieron, hasta que un día volvió a sumirse en la inmensidad, en el mundo sin palabras de amor, en el mundo de las voces ajenas, de los sonidos olvidados.
Pasaron los años, días de oscuridad, sin tonos ni timbres, sin volúmen ni intensidad. Eterna en su mudez, ella no podía consolarse con sus propias palabras, había nacido sin todo lo que él le dio una vez. El sonido de la ausencia la abrasaba.
Y siguieron pasando meses, inmensos intervalos de tiempo sin sonido, silencio, silencio, silencio, sin el sonido de su voz.
Aprendió a dejar de escuchar, nada valía la pena, nada condensaba el sonido de dolor.
Aprendió a cerrar los ojos, a inutilizar los tímpanos, aprendió a enmudecer los latidos de su corazón.

Y aquella fatídica noche, cinco años después... el sonido estalló.

'Es demasiado tarde para andar sola' susurró él a sus espaldas.

Gafas
Leah

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