viernes, agosto 05, 2011

Escaleras

Entró en el centro comercial sabiendo lo que quería. Nadie la desviaría de su objetivo, ningún dependiente con malas pulgas la obligaría a comprar unas paredes, el techo o una chimenea. No, se acabó decir siempre que sí.

Entró por aquella inmensa puerta, miró a derecha de izquierda, se ajustó la chaqueta y comenzó a andar: tablones, cristales, espejos…
-¡Buenas tardes!
Mierda, la habían pillado.
-Hola…- se resguardó aun más en su abrigo, casi tapándose la cabeza.
-¿Necesita ayuda?
Nina le miró con detenimiento; era un empleado joven, como la mayoría, tenía ojos azules y una bonita sonrisa; cómo no, era un auténtico gancho para las inocentes mujeres con ideas claras.
-Creo que no- susurró con un hilo de voz.
-Bueno, si me dice lo que busca quizás…
Nina se apartó de él de un salto y le miró de reojo.
-No quiero un maldito espejo.
El chico volvió a enseñar sus relucientes dientes, estúpido, creía que podía hacer que comprase su condenado reflejo, pero los espejos eran agua pasada, sí señor.
-Los tenemos de todos los tamaños y formas- dio un paso decidido hacia ella-, podría venderle un espejo en el que pudiera verse de pies a cabeza, y créame, usted es digna de ver.
Sabandijas capitalistas… pero ella estaba preparada.
-¡No quiero un maldito espejo!
-Está bien, usted es la que manda- asintió con tranquilidad-, dígame, ¿Qué desea?
Nina volvió a observarle, relajándose un poco dentro de su chaqueta; Sí, quizás él pudiera ayudarle, después de todo ese era su trabajo.
-Necesito algo muy importante.
-Soy todo oídos.
Ella volvió a mirar a su alrededor, temiendo que alguien la escuchase. Finalmente se acercó a él y le susurró al oído.
-Quiero una escalera.
Él pareció reflexionar unos instantes.
-¿Qué tipo de escalera?- frunció el ceño.
-De las que sirven para subir, ¡Por supuesto!- exclamó como si fuera la pregunta más estúpida del mundo-, no tengo intención alguna de bajar.
-Claro, claro- se rascó la cabeza-, tiene sentido.
-¿Y bien?
-Acompáñeme.
Nina atravesó la sección de neveras, lavaplatos y hornos para adentrarse en las más rudimentarias materias de construcción; allí encontró cimientos, arena, ladrillos… y escaleras.
-Espere un momento- se quedó paralizada al verlas-, no lo comprendo ¿Qué hacen las escaleras junto a los cimientos?
-Bueno, señorita, son igualmente importantes, ¿No cree?
No contestó, si limitó a acercarse al objeto de su deseo. La primera escalera era pequeña, apenas tres peldaños.
-¿A dónde voy a llegar yo con estas escaleras? No podré alcanzar ni el entrepiso.
-Todo depende de cuales sean sus expectativas.
-Bueno, voy a comprar unas escaleras, lo mínimo que puedo pedir es que me ayuden a subir a la planta alta.
Nina y el dependiente anduvieron hasta el siguiente modelo; ahí estaban, veinte escalones de puro ascenso.
-Interesante modelo, ¿Cree que me permitirá subir?
-Sin duda alguna, señora, míreme a mí, tengo unas exactas en mi casa.
-¿Y aguanta usted en el segundo piso?- quiso saber Nina.
-Y en el tercero, señorita, y en el tercero.
-Está bien, envuélvalas para llevar.
-No se arrepentirá, señorita.

Una vez en caja Nina pagó por su adquisición: Fueron dieciséis películas, veinte días de cama, doscientas cuarenta y cinco lágrimas y alguna que otra moneda.

Nina llevó las escaleras ella sola a lo largo de la calle, no era la única, hoy era día de compras y todos transportaban espejos, flores y estanterías. Por suerte su casa estaba cerca. Metió en la entrada principal sus queridos veinte peldaños, uniendo la planta de abajo con la de arriba, y observó orgullosa su nueva adquisición, sin duda aquellas eran unas buenas escaleras. Las mejores que había visto en toda su vida.

Aquellas escaleras la podrían salvar del oscuro primer piso en el que se había visto obligada a vivir, quizás consiguiera ver grandes paisajes desde la altura, incluso, quién sabe podría instalarse en la planta alta, y no bajar nunca más.

Nina se acercó a las escaleras, sí, definitivamente, eran perfectas.

Ahora solo tenía que aprender a subirlas.

Miró hacia el primer peldaño. Aprender a subirlas…

Mañana iría a devolverlas.

Siguiente palabra: Copa
Nominada: Leah

2 comentarios:

  1. La próxima vez debería romper el ticket, por si las moscas, y así le acecharía la culpabilidad cada vez que la viese, ahí, delante suya, con sus veinte escalones y la puerta abierta de la planta alta.

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  2. Si quieres, entre todas, podríamos adquirir unas escaleras mecánicas, con las que sea mucho más fácil llegar al segundo piso, al tercero, al ático y a donde tú quieras.
    Mientras puedes usarnos de barandilla.

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